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Un lugar emblemático o lo que queda de él

De tablao en tablao

Torres Bermejas
Feb 02 2017

Un lugar emblemático o lo que queda de él

Torres Bermejas, un lugar emblemático o lo que queda de él…

¿Quién no ha oído hablar del mítico tablao flamenco Torres Bermejas? ¿Quién no sabe que allí trabajaron algunos de los mejores artistas flamencos –incluido Camarón de la Isla- del pasado siglo?

Pues sí, todos sabemos la importancia que otrora tuvo este espacio, pero pocos conocen la realidad -tan distinta de lo que fue- que hoy se esconde tras sus paredes repletas de motivos nazaríes.

Sin llegar a entrar, desde la puerta, ya se empieza a notar que este lugar no es ni la sombra de lo que fue, aún así entramos y muy amablemente nos acompañan hasta nuestro sitio.

Una vez estamos sentados y atendidos, preguntamos al camarero quiénes eran los artistas que actuaban hoy, a lo que nos responde: -“No sé, como los cambian de vez en cuando, no sé quién estará hoy“. Esta respuesta nos pone en la tesitura de lo que el flamenco o los artistas importan para el local…

Tras este desafortunado comentario y sin más preámbulos ni cambio de luces alguno, suben al escenario un guitarrista y un cantaor, cuyas caras se reflejaban estados de ánimos que aún no terminábamos de comprender, pero que más tarde no sólo comprenderíamos, sino que también compartíamos.

Así, daba comienzo un espectáculo que contaba con 6 artistas, pero que solo coincidieron en escena 4 de ellos al mismo tiempo, y fue durante el fin de fiesta. Quizá hubiera sido oportuno que los bailaores se quedasen sobre las tablas mientras bailaban el resto de sus compañeros, para arropar con las palmas el baile de estos, para darles calor, para transmitir más -o algo- al público…

Hubo un solo de guitarra, y se sucedieron bailes por soleá por bulerías, alegrías, tarantos y bulerías.

Dicho esto, queremos poner el foco en lo que ocurrió fuera del escenario que, sin duda, es más esclarecedor para comprender lo que es hoy Torres Bermejas.

La cortina que separa la entrada del salón no pudo ocultar las constantes charlas, carcajadas y, a veces, hasta voces que los empleados daban, impidiendo seguir con normalidad el espectáculo, ya no digamos disfrutarlo. A esto debemos sumarle el incesante trasiego de los camareros y el responsable de la sala por el tablao. Esto estaría plenamente justificado si estos paseos fuesen para atender o servir, pero la realidad es que apenas hubo gente, por lo que el 80 % de esos paseos se los podían haber ahorrado, brindando una experiencia más agradable al respetable. Si esto ya es irritante, lo peor fue cuando el responsable, en uno de sus paseos, se dirigió en estos términos hacía los artistas mientras actuaban: -“Venga id haciendo los fandangos, que ya es la hora”…

60 minutos después abandonamos la sala con una sensación entre pena, nostalgia y rabia, y con una copla que se nos venía una y otra vez a la cabeza:

“Yo ya no soy aquel que era
ni quien yo solía de ser
Ya soy un cuadro de tristeza
pegaito a la pared”

Fechas de la visitas 3 y 23 de noviembre de 2016, junto a un periodista de la revista Deflamenco.com y un aficionado y promotor flamenco.

 

 

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