Como ya sabréis algunos, Flamenco Real es una inciativa que surge para potenciar la labor de aquellos tablaos donde se programe un flamenco de calidad. Pues bien, con el Palacio Andaluz poco tenemos que hacer, ya que su apuesta no es por la calidad, sino por la cantidad.
Cuando entramos nos sorprendió lo grande que era el espacio, como un teatro. Bueno, en realidad, como dos teatros, ya que tiene dos plantas de similares características. La planta baja contiene algunos elementos relacionados con el flamenco y hace las veces de museo y tienda. La planta de arriba tiene un enorme escenario, varias filas de asientos y, tras estos, mesas y sillas para los que decidan alternar el show con la cena.
Ya sentados en nuestras localidades dio comienzo el espectáculo. Empezaron por tangos y hubo además soleá por bulerías, soleá y bulerías, todo esto entremezclado con algunas piezas del clásico español como Carmen. Si la propuesta ya nos parecía poco atractiva y le añadimos un sonido pésimo, el resultado es que el final del espectáculo nos cogió ya en la calle, tratando de asimilar lo allí presenciado y debatiendo si este formato era el más idóneo para la gente que se acerca por primera vez al flamenco.
Antes de nuestra precipitada huida tuvimos tiempo para mucho. Tiempo para posar ante una empleada que hacía fotos para después venderlas (como en el parque de atracciones), tiempo para ver a 18 personas sobre el escenario -entre ellos algunos artistas y otros que podrían llegar a serlo- y tiempo para observar que este formato no es el más adecuado para comprender realmente lo que es el flamenco.
Este formato -que felizmente va desapareciendo- vive al abrigo de touroperadores y de responsables de tablaos poco allegados al flamenco, más interesados en el negocio, y que piensan que este arte sólo ha de servir para entretener y divertir, ignorando que el flamenco va mucho más allá.
Visita realizada el 30 de noviembre de 2016 en compañía de Juan Vergillos, quien nos cuenta cómo fue su visita en la revista Deflamenco.com